Él la abrazó, la abrazó, atrapó su espalda entre sus brazos
para que no se moviese, para que no escapase.
La besaba, besaba su pelo, besaba su cuello, habría su blusa
blanca y besaba sus hombros, ella se dejaba hacer, hundía su boca en su cuello.
Le mordisqueaba, lamía, besaba su piel, reconocía su olor, cerraba los ojos
para grabar ese olor para siempre, para guardarlo en un frasco de su memoria,
para respirarlo más tarde, más tarde…
Ella se separaba, decía ¿eres tú? Y se alejaba para verle,
para reconocer su rostro, sus ojos… Él la atraía hacia sí. Ella deslizaba una
pierna entre sus piernas, enrollando la otra alrededor de su cintura.
Se picotearon, se devoraron, recuperaron las horas y las
semanas y los meses perdidos, se encajaron el uno en el otro, deseando tener
diez mil bocas, diez mil manos, diez mil brazos para no volver a soltarse nunca
más, nunca más sentirse hambrientos.
Nada más que su boca en la boca de ella, sus dientes comiéndole,
su lengua lamiéndole, aspirándole y ella abierta, partida en dos.
Nada más que todo este ruido en sus cuerpos y todo el silencio a su
alrededor, ni una palabra
Sangre
Carne
Aliento
Saliva
Suspiros
Placer que desborda
Pero ni una sola palabra.
Hay que vivir el momento, no se sabe cuando se volverá a repetir.
2 comentarios:
Que frenesis de pasion es un sentimiento oculto en el relato.Felicidades por expresarlo en pocas palabras.No esperaba menos de una gran redactora:.
F.D:
"El Señor de la Noche"
Muchas gracias. Es un plcer escrir nuestras esperiencias juntos.
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