Hay personas con quien pasamos gran parte de la vida y que
no aportan nada. No te iluminan, no te nutren, no te dan impulso ninguno. Puede
una dar gracias de que no te destruyan a fuego lento colgándose de tu cuello y
chupándote la sangre.
Y después…
Están las que una se cruza, las que apenas conocemos, las
que te dicen una palabra, una frase, te conceden un minuto, media hora y
cambian el curso de tu vida. No esperabas nada de ellas, apenas les conocías, y
llegabas, completamente despreocupada o despreocupado a la cita y sin embargo
cuando te despides de ellas, de esas personas asombrosas, descubres que han
abierto una puerta dentro de ti, que han activado un paracaídas, iniciando ese
movimiento que es el deseo, movimiento que te llevará más allá de ti mismo y te
asombrará. Dejarás de ser ridículo para siempre, bailarás sobre la acera
lanzando destellos y tus manos rozaran el cielo.
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